El dióxido de carbono es el resultado de la combustión de un compuesto orgánico en presencia de suficiente oxígeno para completar su oxidación. También se puede producir haciendo reaccionar un carbonato o bicarbonato con un ácido.
En la naturaleza, también lo producen bacterias aeróbicas durante el proceso de fermentación alcohólica y es un subproducto de la respiración. Las plantas lo utilizan para la fotosíntesis que, combinándolo con agua y por la acción de la luz solar y la clorofila, lo transforma en glucosa, liberando oxígeno como subproducto.
Por tanto, no hace falta decir que si por un lado es el gas de efecto invernadero por excelencia, por otro, sin él la vida en la Tierra sería extremadamente diferente a como la conocemos.
Se debe mantener el equilibrio en la atmósfera y, por tanto, se deben evitar actividades que liberen grandes cantidades del mismo.
Para hacer esto, literalmente, los humanos deberían abandonar la civilización moderna.
Sin embargo, hay otras formas viables, ¡también más emocionantes!
El dióxido de carbono, si es de calidad alimentaria, se puede envasar y tiene una gran cantidad de aplicaciones, incluidas las bebidas gaseosas. En BIOZIMMI es posible convertirlo en grado alimentario aplicando los módulos adecuados.
Hemos desarrollado módulos para utilizarlo en la producción de urea o carbonato cálcico.
O se puede transportar inmediatamente a invernaderos que se construirán en las proximidades, sobre todo si se trata de algas espirulina, que suponen un consumo medio enormemente superior al de otros cultivos: son capaces de absorber el CO2 presente en la atmósfera incluso 400 veces más rápido que un árbol común.