En la naturaleza no hay “residuos”: todo se recupera y se vuelve a poner en circulación en un círculo virtuoso.
Por tanto, cualquier residuo enviado a vertederos no representa una solución sino un empobrecimiento de la generación actual y un problema posterior a gestionar para las generaciones futuras.
Nada se crea y nada se destruye sino que todo se transforma: es nuestro deber preciso aplicar las innovaciones tecnológicas para el progreso y para la preservación de nuestro planeta dotado de recursos abundantes pero limitados.
En los últimos años ha surgido el concepto de Economía Circular: un sistema económico capaz de reutilizar materiales en ciclos productivos posteriores, minimizando los residuos, y capaz de aprovechar todas las oportunidades para limitar el aporte de materiales y energía, prestando la máxima atención a la mejora social y territorial. Dado su gran potencial, la economía circular está actualmente en el centro de las políticas medioambientales no sólo en Europa.
En este contexto, la contribución de la producción de electricidad a partir de biomasa sólida mediante gasificación representa no sólo una herramienta fundamental para implementar los principios de la economía circular, sino también un elemento importante para la protección del medio ambiente, así como para la reducción de costes sociales y el desarrollo económico también de los sectores agrícolas y de las comunidades locales.
Así nacen nuestros productos: mejorando el medio ambiente, solucionando problemas anteriores y entregando a nuestros hijos un planeta cada vez más hermoso y hospitalario.